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sábado, 1 de septiembre de 2007

La sociedad del ruido

Un artículo publicado en FOCUS ONLINE con fecha 01-09-2007 sobre el tema "La sociedad del ruido" (Die laute Gesellschaft, autora Berit Uhlmann), me ha inspirado para redactar este post.

De entrada, algo básico:
"Da igual si escuchamos los trinos de los pájaros o si el ruido de una obra nos saca de quicio, nuestro oído nunca descansa".


Y en portada:
"El 15 % de los alemanes, como mínimo, padece una elevación del umbral auditivo inducido por ruido (reducción de la capacidad auditiva). Este número aumentará de forma vertiginosa si sigue gustando a tantos dar voces, chillar y gritar".


Contrastando (abundan referencias en la web):

- España, a diferencia de Alemania, tiene una cultura de calle, es un país que vive de puertas para fuera acostumbrado a generar ruido.
- España es el segundo país más ruidoso del mundo, después de Japón
- El ruido: España a la cabeza en Europa
- España: un país ruidoso


Como si esta 'cultura de la calle' fuera una justificación para la contaminación acústica (por no decir ruidos o volumen excesivo) que invade a todos, p. ej., en las actuales fiestas patronales en España a la hora de "escuchar" música pop o de baile en lugares públicos. Juzgando por el comportamiento del nutrido público asistente me da la sensación de que el citado umbral auditivo debe de haber sufrido una elevación fuera de serie, porque parece que la gente no está molesta para nada ante esta invasión sonora. Esta última se materializa literalmente si se le ocurre a uno cruzar la onda expansiva producida por los altavoces colocados estratégicamente. Los efectos sobre la salud son - o mejor dicho: debieran ser - harto conocidos, por lo que no me molesto en enumerar los numerosos trastornos auditivos que se generan como consecuencia de tanta contaminación acústica, porque al fin y a la postre cada uno de los mayores asistentes a las fiestas sabrá lo que hace al exponerse a esta "diversión". Pero también hay niños de corta edad que asisten al jolgorio de decibelios simplemente por estar presentes sus padres, acostumbrándose a este ambiente como si de un rito de iniciación cultural al ruido se tratara.

Sin embargo, es harina de otro costado si, p. ej., a los escolares de primaria de un colegio de pueblo se les ameniza los recreos con música (en principio, buena idea). Fui testigo en varias ocasiones de un volumen sonoro o número de decibelios exagerado al que los niños estaban expuestos (valoración sujetiva, por supuesto). No me cabe la menor duda de que los responsables de ello no han reflexionado sobre el volumen adecuado a "impartir" sobre los alumnos bajo su custodia. Seguro que ha sido el suyo de costumbre. En vez de romper el círculo vicioso e iniciar la oportuna concienciación de su público infantil, se sigue la rutina conocida, con el beneplácito del cuerpo docente que es testigo auditivo del "concierto".

No es que falten leyes en esta materia, lo que falta es la oportuna sensibilización del ciudadano. El siguiente extracto de la web http://elmundosalud.elmundo.es/elmundosalud/2004/05/07/salud_personal/1083944381.html del 10-05-2004 va al grano:

"España necesita campañas de educación y sensibilización pues, en nuestro país, no existe una cultura del silencio", concluye el artículo que destaca, además, que "ninguna propuesta será efectiva si no existen simultáneamente una voluntad política de atajar el problema por medio de medidas legislativas y una concienciación por parte de los causantes del ruido (conductores, empresarios, establecimientos de ocio y ciudadanos en general)".

Queda la esperanza de que se imponga el sentido común y que no tengamos que recurrir indefinidamente al dicho "mucho ruido y pocas nueces".

Saludos PATO

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