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sábado, 17 de septiembre de 2011

Comprensividad

"Más horas de clase no aseguran el éxito escolar", el título de uno de sendos artículos publicados por EL PAÍS el 14-09-2011 sobre la preocupante situación que vive el sector educativo en este país, marcada por los tiempos preelectorales. Una perogrullada a todas luces. ¿Pero qué es lo que falla?

La profusa extensión del artículo emite toda clase de detalles técnicos explicativos de cara al destacado lugar del abandono y fracaso escolar en este país en comparación con otros donde los resultados escolares son mejores pese a menos clases dadas. Sin embargo, el artículo no va al grano por pasar por alto el leitmotiv de la enseñanza objeto de la presente.

Uno de los factores decisivos de este desastre - la madre del cordero, por así decirlo -, es la comprensividad, una especie de estratagema de clara orientación política, el leitmotiv de la LOGSE, que por su esencia y tendencia igualitarias rebaja el nivel educativo en perfecta consonancia con sus progenitores políticos, bien conocidos y sin necesidad de señalarles con el dedo. Partiendo de la base que las personas, o sea los estudiantes, no son iguales, debe premiarse el esfuerzo personal, por lo que hay que dar al traste con tanta comprensividad por el bien de todos.

Pato

sábado, 3 de septiembre de 2011

Política del avestruz


Remontándonos a la incipiente Unión Europea, según Jacques Delors, uno de sus padres fundadores, "existía un sentimiento de comunidad que permitía encontrar soluciones conjuntas, no como ahora que se trabaja en torno al eje franco-alemán y no en el plano institucional." De esta sentencia tan tajante se hace eco EL PAÍS en un artículo titulado "Europa y el euro están al borde del abismo."

Teniendo en cuenta esta conclusión cabrá la pregunta ¿qué ha ocurrido a escala comunitaria desde entoces hasta ahora? En aquel entonces, es decir a finales de los años 80, la UE contaba con 12 Estados miembros. En la actualidad ya son 27, final abierto. Uno de los pilares de las primeras etapas comunitarias se basaba en un reducido núcleo de países de raíces socioeconómicas altamente homogéneas. Esta homogeneidad se ha ido perdiendo a medida que han entrado nuevos miembros. En palabras de Delors, todo ello se ha ido traduciendo en una falta de liderazgo y de pragmatismo "a la hora de enfrentarse a los problemas económicos y financieros". No sirven las medias tintas con las que actúan las locomotoras alemana y francesa. Y, last not least, la cuestión del millón, en la que Merkel no ha hecho "ninguna concesión en el fondo", con un Sarkozy callado al respecto: los eurobonos, una solución, si bien pragmática a todas luces, costosa para Alemania.

Con todo, esta última ratio, el meollo de la cuestión, capaz de calmar la volatilidad de los mercados, parece no encontrarse tan allá de lo inasumible partiendo de un hecho consumado: la UE ya es una unión de transferencias. Por tanto, quiérase o no, alguien tiene que pagar el pato, como ya ocurre con las transferencias. De verdad ¿nos podemos permitir el lujo de dejar el euro en la estacada seguir practicando la política del avestruz?

Pato

Objetivo: subirse al tren del cambio


Ya decía el famoso economista británico J. M. Keynes que "cuando los hechos cambian, cambio de opinión". EL PAÍS se hace eco de esta base keynesiana en un artículo dedicado a tal cambio de opinión en materia de buscar soluciones a la precariedad laboral de este país, seguido por otro íntimamente ligado al primero, en el que se enfoca un novedoso "contrato de formación para un millón de jóvenes desempleados", ambos publicados el 27-08-2011.

Más vale tarde que nunca. Por lo visto, las partes competentes han aprendido la lección sacando las pertinentes conclusiones. Un paso de gigante en materia formativa, dejando atrás el comentario de Strauss-Kahn de la "generación perdida". Del dinero fácil generado por la burbuja inmobiliaria en España a más formación teórica y práctica centrada en el colectivo de parados jóvenes. Hablando en plata: se presenta un menú a la carta de tintes indudablemente alemanes, país comunitario donde el paro juvenil sólo alcanza el 9,1%, mientras que en España llega a ser superior al 40%. Desde luego, un paso acertado y oportuno de cara al objetivo de subirse al tren del cambio.

Pato

Oslo ... la historia se repite

Su común denominador: la crisis económica. Remontémonos al año 1931, concretamente al título de la canción político-satírica del compositor Friedrich Hollander «Los judíos tienen la culpa de todo»). Dejemos aparte el objetivo de esta chanson, su mordaz sátira, y pasémonos del antisemitimos de aquel entonces al multiculturalismo de la actualidad - en este caso personificado por el islam -, echémosle un grano de arena de la ideología antimulticulturalista que sea proferido por un personaje tan siniestro como "El loco de Oslo", artículo de la acertada pluma de Sami Naïr, entonces este tejido de fondo se convierte en la yesca propicia para dar lugar a lo que hemos estado presenciando en Oslo. Mientras la situación económica no vuelva a su cauce, la mecha sigue ahí pendiente de una chispa producida por otro loco que haga que la historia se repita.

Pato

¿Quién pone la otra mejilla?


"Los discursos del odio", un artículo publicado por EL PAÍS el 22-08-2011, pone su acento en que "la ultraderecha europea tiene en el punto de mira a las sociedades multiculturales".

Cualquiera que sea la orientación política de donde salgan estas (supuestas) andanadas de antimulticulturalismo e independientemente de su veracidad - muy discutible(s) en un sentido u otro, desde luego - lo que llama la atención es la información - que nos llega con cuentagotas - de voces en la prensa occidental que tenga su origen en los países de salida de los colectivos objeto de la presente discusión, principalmente los musulmanes. ¿Cómo se explica esta laguna de este tema a escala de prensa de efecto globalizante, tan voraz en otros? Como si la multiculturalidad se limitara a Occidente. Bien sabido es que, a título de ejemplo, los países del Golfo cuentan con numerosos inmigrantes de cuyo efecto multiculturalista y las se ignora bastante.

De modo que, simple y llanamente, ¿no hay nadie que ponga la otra mejilla?

Pato