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viernes, 1 de junio de 2007

Cambio climático: ¿negocio?

Según todos los pronósticos y datos disponibles al respecto, la Administración Bush no se comprometerá en la próxima Cumbre G8, que se celebrará en Heiligendamm a principios de junio de 2007, en la costa alemana del Báltico, a aceptar una reducción de emisiones de gases contaminantes a unos niveles concretos de aquí a 2050, postura defendida por los países en pro de tomar esta medida.

Con ello, EE UU simplemente sigue practicando - con algunos altibajos - el espíritu del lobbyismo del grupo Global Climate Coalition de 50 compañías de los sectores petrolero, gasístico, carbonero, automovilístico y químico de cara a la Cumbre de Río de 1992, si bien numerosas empresas abandonaron este lobby ante el informe emitido en 2001 por el Panel Intergubernamento sobre el Cambio Climático (IPCC, en sus siglas en inglés). Sólo quedaron General Motors y las petroleras Chevron y Exxon-Mobile. Según informa la revista mensual Muy Interesante de junio 2007, en su artículo titulado "Los agujeros negros del cambio climático", que "Las petroleras gastan millones de euros para crear confusión sobre los datos que se emiten". Todo ello un jarro de agua fría para los optimistas en la materia.
Continúa Muy Interesante "Como el debate es, fundamentalmente, político, el campo de batalla son los medios de comunicación. El punto de inflexión tuvo lugar en vísperas de la reunión de Kioto de 1997". Parecía que el puñado de críticos que había ganaba la batalla mediática pese a los 2.000 científicos del IPCC. "La película-documental Una verdad incómoda (TRAILER) protagonizada por el demócrata Al Gore, vio su contrarréplica en el Canal 4 británico cuando el pasado 8 de marzo se emitió
La gran estafa del calentamiento global, que acusa de fabricar una mentira tanto a los que se enfrentan con el capitalismo, la globalización y los Estados Unidos como a los que conforman "la industria del calentamiento global", por ir detrás de las becas, del dinero para los proyectos de investigación de su cuerda, y los nuevos empleos creados en instituciones científicas y administraciones públicas (sic)". Y así hasta estas fechas.
Resumiendo: estamos presenciando una auténtica telenovela con el cámbio climático como telón de fondo, en la que actúan todos contra todos y donde destaca un (medio) ambiente político / politizado de vía estrecha, pero de un inmenso poder económico, si ampliamos este entorno a los demás países que no han firmado el Protocolo de Kioto y que suman, junto con EE UU, cerca del 50 % de los gases de invernadero producidos globalmente (China, Japón, India, Corea del Sur y Australia). La polémica está servida. Hay malos augurios para los objetivos maximalistas del país anfitrión (Alemania) de la Cumbre G8 de Heiligendamm y sus países afines.

Siguiendo el hilo conductor económico como planteamiento, la propuesta de EE UU ante el reto de la Cumbre G8 enfoca, por consiguiente, una "solución tecnológica" ideada para salvar las apariencias medioambientales frente a los "bienpensantes" de siempre (que tienen todas las de perder), salida ésta que tiene por objeto eliminar los aranceles de la tecnología medioambiental. Esta propuesta, una maniobra de desorientación como otras tantas de EE UU en esta materia, supone, según manifiesta EL PAÍS bajo el título Bush propone una cumbre de los países más contaminantes, publicado en su edición del 1-06-2007, "la completa apertura de fronteras para estos productos en el plazo de seis meses (sic)". Así, EE UU no sale tan mal parado del problema del cambio climático por ofrecer una "solución" tecnológica al problema vendiendo sus productos de tecnología - desde luego, avanzada - a los otros países (del grupo anti-Kioto y de los firmantes del Protocolo), mientras sigue "consumiendo" medio ambiente con efectos globales, sin perder puestos de trabajo e incluso ir ganando en términos comerciales, igual que los demás países de igual filosofía al rebufo de EE UU.
Sin embargo, la solución al problema de los gases de efecto invernadero debería comprender dos aspectos y no uno solo: reducir los niveles contaminantes y desarrollar una tecnología eficaz. A los países contaminantes del llamado primer mundo les corresponde, desde luego, hacer de avanzadilla de tal enfoque ante los demás, teniendo en cuenta no solamente la contaminación producida ya en los albores de la era industrial (cuando no había medios tecnológicos para evitarla), sino la continuada en el corto y medio plazo. Frente a los países emergentes no se puede practicar una política de doble lengua, es decir, la de "predicar agua y beber vino", sea cual sea el grado de contaminación producido en los mismos. Por tanto, al luchar contra el galopante volumen de contaminación de estos últimos, primero deberán establecerse las respectivas reglas de juego. Será imprescindible tener en cuenta varias vertientes de efecto global que son determinantes, p. ej., con respecto al precio competitivo de una mercancía. Veamos. Valga de ejemplo de horror citar a este respecto la economía china donde "los daños medioambientales llegan a ser el 10% del PIB, cifra ésta que equivale a la del propio crecimiento económico", según publica el semanario alemán DER SPIEGEL en su edición del 11-09-2006, en su magnífico artículo titulado ANGRIFF AUS FERN-OST, WELTKRIEG UM WOHLSTAND [Ataque desde el Lejano Oriente - Guerra Mundial por el Bienestar]. Este artículo es muy revelador en lo referente al entramado globalizado entre capital, mano de obra, precios y medio ambiente, para citar algunos de los criterios. Comenta dicho semanario que "Los Gobiernos occidentales muestran una gran indiferencia ante la actuación de los nuevos rivales y sus métodos brutales. Incluso las élites de los ámbitos comercial y cultural se han reducido al papel de un 'expectador de gorra' de un declive que se conceptúa como natural, algo que no es, desde luego. Un malentendido que aparentemente justifica esta indolencia sirve de excusa para ello, a saber: la globalización como fuerza primitiva, un automatismo, algo inevitable a escala global del que pueden escaparse sólo pueblos de selvas vírgenes o regímenes totalitarios como, p. ej., el de Corea del Norte. De ahí que se requiera un margen de actuación ampliado. Pues, los intereses de la mano de obra son tan globales como los del capital. A día de hoy deben quedar representados tanto fuera y dentro de los Estados nacionales. La política salarial poco sirve para ello. Ésta establece los precios de la mano de obra local, pero no los de la competencia china (por citar uno de los países más contaminantes). Quien quiere influir en el precio de la mercancía - que es la mano de obra - y las condiciones en las que ésta se manifiesta debe ajustar sus métodos a las nuevas posibilidades. Esto significa que debe pasar del papel del político en materia salarial al de uno en el ámbito comercial. Este último tiene mucha más influencia porque decide si hay que exigirles a sus compatriotas que compitan con 'lumpen proletarios' y criminales medioambientales. Es el portero de la economía globalizada. La mercancía proviene de cualquier sitio, pero requiere su visto bueno. Los aeropuertos de París, Londres y Francfort, los puertos marítimos de Rotterdam, Amsterdam y Hamburgo son sus puestos de control. A este político le compete una misión de estructuración política. Los americanos llaman este concepto 'managed trade', comercio estructurado, algo que no debe confundirse con proteccionismo ni es una doctrina de comercio exterior con sus restricciones aduaneras, algo tan insensato como el libre comercio absoluto".
La aplicación del 'managed trade' no debería aplicarse sólo a los países emergentes donde se reúnen todos o muchos de los criterios negativos objeto de esta argumentación, sino debería volverse en contra de la Administración Bush. Para conseguir algo en este sentido será imprescindible que la UE actúe en conjunto y hable con una sola voz para contraatacar el principio romano "divide et impera" seguido no solamente por EE UU, sino por muchos países emergentes en su afán de imponer su política económica en el boom económico que estos últimos están experimentando. Según el citado artículo publicado en DER SPIEGEL, "este mensaje daría a entender que el precio de una mercancía sigue siendo de interés para Occidente, pero la forma de cómo se ha realizado revestiría igual importancia".

Saludos PATO

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