¿Saber idiomas sin viajar?
En su edición del 15-04-2012, EL PAÍS publica un magnífico artículo con el título "Se puede saber idiomas sin viajar (pero no igual)", en el que cada uno de los expertos consultados cuenta la feria según le va, es decir, dependiendo de los intereses que haya en cada caso. Ante todo, una perogrullada: el saber no ocupa lugar. Le sigue el objetivo que haya para aprender un idioma por pasiva y/o activa (este es el orden que se consigue, y no al revés). El objetivo implica este tipo de conocimientos en función de (no) haber vivido en el / los países del habla de destino, siempre y cuando el estudiante vaya preparado con una base gramatical y lingüística lo suficientemente amplia para ir completándola in situ. De poco sirve empezar de cero en destino. Hay que prepararse para correr una maratón y no para un sprint, como se suele propagar por parte interesada de cara al negocio que hay detrás del aprendizaje de idiomas.
Pero vamos por partes. No es igual aprender un idioma si se maneja ya otro aparte del suyo propio. Sirva de ejemplo un castellanohablante no monolingüe, o sea, uno que hable, además del castellano, p.ej., el catalán, gallego o euskera. Debido a esta base más amplia ya dispone, a título de ejemplo, de un repertorio fonético-articulatorio mucho más adecuado de cara al aprendizaje de otro idioma, digamos el inglés. Este criterio es de suma importancia dada la modesta base fonética-articulatoria del castellano en comparación con la de otros idiomas. Si el estudiante opta por la pasiva no importa la pronunciación aunque suene a chino, con perdón. Sin embargo si opta por la activa, la pronunciación sí importa muchísimo, lógicamente. Es indiscutible que, según dice el artículo "que se puede alcanzar un nivel bastante bueno si se empieza desde pequeño". Sin embargo, esta condición no se da siempre. Un buen ejemplo del manejo activo un tanto lamentable, por incorrecto en muchos casos, es el que se practica en la TV en España. El quid de la cuestión es ¿cuál es el origen de tanta feria?
Pato